Y Jesús dijo: ¿No sabéis que debo estar en el trabajo de mi
Padre?
" Padre-Dios que estás en el cielo; santo es tu
nombre. Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Danos el pan que necesitamos para este día;
Ayúdanos a olvidar las deudas que los demás nos deben,
y que todas nuestras deudas puedan ser perdonadas.
Y protegénos de las asechanzas del tentador, que son
demasiado grandes para que nosotros las podamos soportar.
Y cuando vengan, danos la fuerza para superarlas. "
El cuerpo es un clavicordio. Cuando las cuerdas se relajan o
se templan demasiado, el instrumento sale fuera de tono y el
hombre se enferma.
Desde luego, la voluntad del hombre es el supremo remedio.
Por el ejercicio constante de la voluntad, el hombre, puede
templar la cuerda que está relajada y la nota que está
demasiado baja, o relajar la cuerda que esté templada o la nota
que esté demasiado alta, y así por acto de su voluntad puede
curarse a sí mismo.
El hombre ni es llevado sobre abismos peligrosos, ni es
ayudado para vencer a sus enemigos. El es su propio ejército, y
su espada y su escudo; él es el capitán de sus propias huestes.
La llamada de la muerte es siempre para lo mejor, porque
estamos solucionando problemas allá tanto como aquí, y uno
puede estar seguro de encontrarse donde mejor se solucionen
sus problemas.
Es sólo el egoísmo lo que nos hace desear que regresen a la
tierra las almas que han partido.
Y Jesus El Cristo pronuncio la palabra y la gente quedaba curada.